Tercer puesto del II Concurso Literario "El Reto de los Escribas" - SEPTIEMBRE 2014.
Sobre la autora
Su nombre es Lucía Vilanova, tiene 13 años y nos escribió bajo el pseudónimo "Loloylo57".
Irritante perfección
Ocurrió un sábado por
la noche. Podía parecer que era un sábado cualquiera, pero todo el mundo sabía
que no lo iba a ser. Era la fiesta de graduación, momento ansiado por tantos
alumnos y muchos profesores. El día en que dejaríamos por fin el instituto y
cada uno de nosotros tomaríamos un rumbo distinto en la vida.
Los alumnos de mejores
calificaciones esperaban poner fin a aquella época de sus vidas e ir una buena
universidad que les asegurara un futuro brillante. Otros, los más sensibles,
sentían una gran pena por abandonar aquel lugar en el que habían pasado tantos
momentos, tanto buenos como malos. Y montones de muchachas de quince o
dieciséis años que se sentían emocionadas por llevar un vestido bonito y estar
deslumbrantes aquel día. Aunque me cueste reconocerlo, yo incluida.
Yo nunca he sido
bonita. Tengo el pelo de un llamativo color zanahoria, y la cara demasiado
alargada y pálida, cubierta de pecas que, en vez de resultar graciosas, parecen
manchas horrorosas. Mis ojos son pequeños y están demasiado separados, de un
color indefinido que se podría calificar como verde. Estoy muy delgada – quizá
demasiado – pero al menos mi mediana altura me ayuda a pasar desapercibida. En
general.
Me gusta pensar que soy
como un acorde disonante en una partitura, una pieza incomprendida para muchos
pero necesario para darle sentido a la partitura general, la vida. Supongo que
la música es lo único que me consuela cuando estoy demasiado deprimida, y
siempre hace que me sienta mejor.
Pero aquel día sería
diferente. Me había comprado un vestido azul marino que favorecía algo mi
pálida piel, unas francesitas negras y esperaba estar guapa por una vez. Por
una vez, quería que él me viera guapa.
A las chicas como yo no
nos conviene enamorarnos, siempre lo he pensado. Me puse la regla de no hacerlo
a los doce años, cuando me empecé a dar cuenta de que no era precisamente la
más agraciada de mis compañeras. Lo cumplí durante mucho tiempo, pero este año…
este año no pude resistirme.
Era alto, con el pelo negro
y los ojos de un extraordinario color azul, una combinación tan poco habitual
como maravillosa. Llegó a mi clase nuevo, y me gustó desde que le vi por
primera vez. Siempre iba con unos cascos escuchando música, y eso me dio una
oportunidad para hablar con él. Me dijo que tocaba la viola, y eso me dio pie
para poder hablar con él de música. Me enseñó grabaciones de él tocando, y yo
llegué a cantarle algo, cosa que solo me atrevía a hacer en privado a pesar de
que él me dijo que tenía una voz bonita. Al contrario que la mayoría de los
chicos de mi clase, era amable conmigo y muy simpático. Caía bien a todo el
mundo. Para mí, era perfecto.
Pero no solo para mí.
El día de la
graduación, entré intentando aparentar estar lo más confiada que pude,
sonriendo, pero según lo hice se me cayó
el alma a los pies. Me encontré con ella; no quiero decir su nombre, ya que me
podría poner en un aprieto. Llevaba un impresionante vestido de color rosa
pálido que dejaba la espalda descubierta y resaltaba su esbelta y perfecta
figura, favoreciendo su tez bronceada de color aceitunado. Tenía el largo pelo
negro suelto sobre la espalda, formando graciosos rizos. Sus facciones faciales
eran perfectas, y tenía los ojos grandes y castaños. Tenía un cuerpo perfecto. Al
verla, me compadecí de todas las chicas que estábamos en esa habitación,
incluida yo.
Era preciosa… perfecta
para él.
No debí sorprenderme
cuando cruzó la estancia y se acercó a ella y le pidió un baile. Ni cuando le
puso las manos en la cintura y ella puso las suyas alrededor de su cuello. Ni
cuando se sus labios se empezaron a rozar hasta que se sumieron en un profundo
beso… pero lo hice.
La tristeza inicial que
había sentido al verla se convirtió rápidamente en rabia. ¿Por qué ella? ¿Por
qué no me había elegido a mí? ¿Por qué nadie me elegía nunca a mí? No pude
soportarlo más. Solo porque ella era más guapa que yo… Ni siquiera me había
dado una oportunidad. Ni siquiera me miró, simplemente fue hacia ella… No era
justo que nunca nadie me quisiera, ni que yo, ilusa de mí, me hubiera hecho
ilusiones.
En ese momento, se
separaron, y escuché cómo ella se excusaba para ir al lavabo. Una idea cruzó mi
mente, y enseguida lo vi todo claro. No podía dejar pasar esa oportunidad.
Me acerqué a los aseos
femeninos, intentando parecer despreocupada. Por suerte para mí, estaba ella
sola. Se estaba echando un poco pintalabios. Le sonreí forzadamente, y le dije
que estaba muy guapa, tratando de ser amable. Como si necesitara que se lo
recordaran. Ella me sonrió a su vez e hizo un comentario agradable sobre mi
vestido, que yo fingí agradecer con una inclinación de cabeza. Pero aún llegaba
la parte más importante de mi improvisado plan. Me acerqué algo más a ella, con
la excusa de que tenía un poco de brillo de labios fuera de sitio, y levanté mi
mano izquierda – ser zurda es otra de mis ya demasiadas rarezas – en un ademán
de quitárselo.
Pero en vez de eso, le
agarré el cuello con las dos manos. Intentó gritar, pero le faltaba el aire. Sé
que actué sin pensar, pero la rabia me cegaba… en ese momento solo quería ver
desaparecer la vida de sus preciosos ojos.
Así que, ahora, yo
también tengo un cuerpo perfecto. Está en mi maletero.
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