Segundo puesto del II Concurso Literario "El Reto de los Escribas" - SEPTIEMBRE 2014.
Sobre la autora
Se llama Sara, y presentó su relato bajo el pseudónimo "SaMn96". Tiene 17 años, y lleva escribiendo más o menos desde los 12, pues es una de las actividades que más le gustan. Tiene dos blogs: keepcalmjustread.blogspot.com.es
y desastrerincon.blogspot.es.
Academia de música
Las notas
suenan, rápidas y fluidas, mientras yo muevo el arco por las cuerdas.
Toco con los
ojos cerrados mientras algunos rizos que se han escapado de mi coleta me hacen
cosquillas en el cuello.
-¡Iria! ¡Iria!
Dejo de tocar;
mi hermano Marco está aporreando la puerta con toda su fuerza.
-¿Qué pasa?
-Deja esa mierda
y baja; mamá quiere que la ayudes.
Suspiro y dejo
el contrabajo tendido sobre la cama, con la intención de seguir tocando
después.
Odio que mi
hermano y mis amigos digan que la música clásica es una mierda; no son capaces
de comprender la pasión que late en las cuerdas de los instrumentos, ni la
tensión que los instrumentos de cuerda son capaces de crear con unos pocos
sonidos.
Además, el
contrabajo es… mágico. Su música se acerca mucho a la voz de un hombre
cantando. Por eso lo elegí.
Bajo pesadamente
las escaleras del dúplex y me encuentro a mamá sentada en el salón, con la
mesita de café llena de folletos y revistas de propaganda de distintas tiendas
de muebles.
-¿Qué color
quieres para tu habitación? -.dice en cuanto me ve.- ¿Rosa? ¿Azul?
-Verde -.digo
con voz cansina.
Mamá está
reformando la casa de la abuela, que vivía en las afueras, y ha pensado que
todos nos mudemos allí cuando esté lista.
-¿Verde? Mmm… no
me gusta mucho para una habitación.
-A mí sí.
El verde me
transmite serenidad. Siempre intento llevar algo verde, aunque sea una pulsera.
Además, el verde es el color de mis ojos, la única parte de mi cara que
realmente me gusta.
-¿Solo era eso?
-Bueno, si no
estás haciendo nada, podrías…
-Sí estoy
haciendo algo. Estaba tocando.
-Ah, vale.
Entonces continúa.
Subo y me
encierro de nuevo en mi habitación. Apoyo el mástil del contrabajo en mi cuerpo
y cojo el arco. Hago unos pocos movimientos con la mano antes de empezar; soy
zurda, y me cuesta utilizar la derecha para tocar.
Cierro los ojos
y continúo con la pieza que Marco interrumpió a la mitad.
Hoy es el último
día de colegio de mi hermano, que está tratando de convencer a mamá de que le
deje salir a patinar después de clase. Yo me retuerzo las manos; hoy hago la
prueba final para entrar en la prestigiosa universidad de música de la ciudad.
Les he enviado
mis notas casi perfectas de bachillerato y saqué la nota más alta en el examen
de acceso, por lo que tengo la plaza casi asegurada. Sin embargo, tocar delante
de mucha gente siempre me ha puesto nerviosa, sobre todo si es ante un jurado
profesional.
-Mucha mierda
-.me dice Marco antes de salir del coche, intentando tranquilizarme.
¿O solo me ha
deseado suerte porque cree que la voy a necesitar? Ay, Dios, ya estoy empezando
a hiperventilar.
Llegamos a la
universidad un par de horas antes del examen. Mamá cree que es bueno llegar
pronto para que me familiarice con el ambiente, pero la verdad es que estoy más
nerviosa que antes.
Nos sentamos en
la pequeña cafetería de estilo clásico de las instalaciones y mamá no puede
evitar ponerse a hablar de muebles:
-Este tipo de
sillas es el que quiero para el comedor. ¿Te gusta?
Yo solo soy
capaz de asentir; me tiembla todo el cuerpo.
-Tranquila
cariño, lo harás bien.
Dos horas
después, un numeroso grupo de alumnos con sus respectivos instrumentos nos
hemos reunido en una sala de música próxima al auditorio. Muchos intentan
afinar, pero con todo el ruido que hay yo ni siquiera me molesto en sacar el
contrabajo.
Un par de chicos
que llevan saxofones y que hasta ahora han estado revisando partituras me miran
descaradamente mientras hablan entre ellos. Posiblemente se estén riendo de mí;
con mi cara cubierta de pecas y mi encrespado pelo negro, dudo que haya llamado
su atención por ser guapa.
Una chica que
está sentada a mi lado y que mueve los dedos sobre los botones de una trompeta
no para de hablar de todas las partituras que ha tocado a lo largo de este
curso para preparar el examen.
Puede que hablar
sea una vía de escape de los nervios para esta chica, pero a mí está
consiguiendo causarme dolor de cabeza. La deseo suerte cuando la llaman e
intento relajarme. Lo bueno de no poder ver las audiciones de los demás es que
no sé cómo de alto está el listón, por lo que no me agobio con tener que
dejarme los dedos para alcanzarles.
Ahora solo
quedamos unos pocos. El encargado de llamarnos asoma la cabeza por la puerta y
pronuncia el siguiente nombre.
-Rodríguez,
Iria.
Respiro
profundamente mientras cojo el asa de la funda del contrabajo y camino hacia la
sala en la que se va a decidir mi futuro. Procuro no ponerme nerviosa.
Me pongo en el
escenario frente al jurado, compuesto por tres mujeres y un hombre. Me tomo mi
tiempo para afinar y para tranquilizarme del todo.
Cuando estoy
lista, miro al jurado. Los cuatro hablan entre ellos en susurros hasta que, al
final, una mujer con gafas y aspecto severo dice:
-Concierto para
contrabajo. Dragonetti.
Conozco esta
pieza; fue de las primeras que aprendí a tocar cuando empecé a recibir clases
de música.
Escucho al piano
tocar las primeras notas y, cuando me llega el turno, empiezo a deslizar el
arco sobre las cuerdas. Ya no hay vuelta atrás.
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