Segundo puesto del II Concurso Literario "El Reto de los Escribas" - SEPTIEMBRE 2014.
Sobre la autora
Su nombre es Inés Vilanova. Tiene 13 años, y nos escribió bajo el pseudónimo "Ann W.".
Colores
Hay muchas maneras de
mirar una imagen, distintos puntos de vista y distintos enfoques. Por ejemplo,
hay varias maneras de mirar un árbol.
Cuando miras un árbol,
puedes ver dos cosas distintas. Puedes ver las hojas como puntos verdes,
marrones y amarillos, que se difuminan y se superponen, formando una imagen.
Pero también puedes fijarte en una sola hoja: la más alta en la copa del árbol,
la más grande, la que tiene una forma extraña, un color muy vivo, o unos
pequeños puntitos rojos. Las demás hojas son el fondo, acompañan: si impiden
ver a la hoja protagonista, molestan; si se caen, no importa.
Me habría gustado poder
enseñarte a observar, no sabes cuánto. Pero tú te fijaste en otra hoja. Tiene
sentido que te fijaras en ella, con ese color verde primavera y ese esos
puntitos rojos tan característicos. No puedo competir con eso, debí saberlo.
Debí saberlo cuando
llegaste a nuestra clase una mañana y tus ojos, que tanto me gustaría enseñar a
ver como yo veo, se fijaron en ella. La única chica con los ojos verde
primavera y unas bonitas pecas alrededor de la nariz. La hoja distinta al
resto. Sin fijarte en mí, detrás de ella, mirándote como tú la mirabas a ella.
De todas formas, ya
estoy acostumbrada a que no se fijen en mí. La gente dice que soy rara, yo creo que veo las cosas de
una manera distinta al resto, de una manera especial. Más bonita sí, pero
distinta, y también me influye de una manera distinta, y me hace cometer
errores.
Mi primer error fue
creer que podía con ella. El segundo, enamorarme.
Otro de mis más
nefastos errores fue ponerme en su contra. Como ya he dicho antes, si una hoja
se superpone a la hoja elegida por el observador, molesta. Mi error fue
enfadarme, gritarle a esa hoja. En ese momento no pensaba, me cegaba la rabia y
la impotencia por algo tan absurdo como que la profesora se niegue a leer
nuestro trabajo, emborronado a causa de que ella, al escribir con la mano
izquierda, lo que hace que si no tienes cuidado, se corra la tinta, se empeñara
a pasar a limpio nuestro trabajo.
Así que sí, grité, pero
no fui la única. Tú también lo hiciste. Me gritaste que me callara, que ella no
tenía la culpa. No, ella no tenía la culpa. Ella no tenía la culpa de ser el
lugar a donde miran tus ojos.
Me habría gustado
enseñarte a mirar, no sabes cuánto; me habría gustado enseñarte los colores,
tal y como yo los veo; me habría gustado hablarte de mi manera de ver el mundo.
Pero no me lo pediste.
No, nunca me lo
pediste. Me pediste que me callara. Es irónico como, a pesar de que nunca me
quisiste, mi vida gira en torno a ti. Y sí, me callé. No valía la pena hablar.
Las palabras ya no significaban nada, si no las utilizaba para describirte mis
colores, los colores que yo veo. No, no hablé desde ese momento. Y no volveré a
hacerlo.
Así que solo me quedó
eso, colores. Hasta que, un día, todo se volvió negro. Supongo que mis ojos
decidieron que no querían seguir viendo. Que no querían ver un mundo sin ti. No
quiero ver un mundo sin ti.
Y así me quedé muda, y
ciega. Pero, para mi desgracia, no estaba sorda. Así que cuando oí tu voz, abrí
los ojos. Y la vi a ella, cantándote una bonita canción, en la que te decía a
través de la música lo que yo quería enseñarte con imágenes. Y vi cómo la
besabas. Pero el mundo ya no tenía color, parecía una película en blanco y
negro que yo sólo quería dejar de ver.
Me quedé quieta, en medio
de la calle, de la carretera, esperando. Pero no cerré los ojos al instante.
Primero miré un árbol. Hay tantas maneras de mirar un árbol… Me aferré a esa
imagen, me aferré a mi imagen final. Y el mundo recobró el color, durante unos
instantes. Era el árbol más bonito que había visto. Los colores… tan absorta
estaba en ellos que casi no percibí el pitido del coche al que supongo que
estaba esperando, parada, en medio de la carretera. Ni tampoco me enteré apenas
cuando chocó contra mí.
Los colores son mi
vida. Si no te tengo a ti, no quiero colores. Y esas son las dos únicas cosas
que me importaron durante toda mi corta vida. Ojalá pudieras ver lo que yo veo.
Ojalá hubierais entendido mi bonita manera de ver el mundo.
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