Segundo puesto del I Concurso Literario "El Reto de los Escribas" - MAYO 2014.
Sobre la autora
Su nombre es Lucía Vilanova de Diego, y nos escribió bajo el seudónimo "Manzanita". Tiene 13 años y se considera una amante de la lectura y una escritora novata, además de potterhead, divergente, tributo, mestiza, futura mujer de Légolas y otras cosas chachis. Si queréis seguirla en Twitter, ella es @luciavilanova10, y en Potterfics, su nick es "Potterfanatica101".
El prisionero 13
En todo el barco se
hablaba de él. No es que fuera ninguna sorpresa tener prisioneros en el
interior del navío. Al fin y al cabo, el Constanza
era conocido en los mares de aquellas regiones, y entraban a menudo en guerra
con otras naves (en su mayoría, piratas) y era rara la vez que no se llevaran
algún prisionero superviviente. Nunca tenían oportunidad de ganar una batalla,
el Constanza era invencible.
Tenía numerosos cañones
en cada banda y tres enormes mástiles que portaban las velas blancas con un
imponente escudo de color granate en el centro. Al menos cien o doscientos
tripulantes había abordo, muchos de ellos marineros muy veteranos. Leyendas en
aquellas aguas. Contaba con lóbregas mazmorras donde siempre había algún
prisionero cuyo barco se había hundido a manos de los cañones del navío.
Había muchísimas
razones para que se hablara de él. El prisionero 13 no había sido apresado como
los demás. Nadie sabía cómo había aparecido de repente en las mazmorras.
Además, nunca se les llamaba por un número, si no que se les preguntaba al
menos su nombre o los marineros se inventaban motes para mofarse de él. Pero
éste siempre quedaba oculto, como lamentándose, ocultando su rostro. El propio
capitán había ordenado que todos lo llamaran de tal modo.
El capitán era un viejo
huraño que permanecía siempre en su camarote. Se oían todo tipo de rumores
sobre él: como que en otro tiempo había sido un malvado pirata pero que había
huido el día antes de su ejecución y había cambiado de vida por completo. Tenía
el cabello canoso y una mirada fría, calculadora y, sobre todo, vieja. La
mayoría de la gente decían que era un monstruo, y sus órdenes en el barco eran
inapelables.
Normalmente, a los
prisioneros se les llevaba a tierra para ser juzgados debidamente. Sin embargo,
el capitán había decidido que se juzgaría allí mismo antes de llegar a tierra.
Se oían rumores de que el prisionero había sido un antiguo enemigo suyo, y que
el capitán sería capaz de ejecutarlo. Se decidió que el juicio tendría lugar al
atardecer de ese mismo día.
Llegó la hora, y el dos
hombres escoltaron al prisionero para llevarlo a la cubierta del barco. Todos
habían dejado sus labores para contemplar lo que sucedía. Iba cubierto con un
abrigo andrajoso cuya capucha aún le cubría el rostro, y se acercaba hacia el
capitán lentamente. La expresión de éste era indescifrable, y en la estancia
reinaba un increíble y absoluto silencio.
-
¿Quién eres? – preguntó el capitán con
voz ronca – Responde – añadió tras un rato al ver que su interlocutor ni se
inmutaba.
Por fin el prisionero
13 se enderezó, se quitó la capucha y le miró.
-
¿Aún no me has reconocido? – preguntó
con voz suave.
Todos le miraron. O mejor
dicho, la miraron.
-
Vienes ya a buscarme – respondió el
capitán mirando a la mujer que tenía delante. Nadie sabía si se trataba de una
pregunta o una afirmación.
-
Ha llegado tu hora – se limitó a
responder.
El
hombre suspiró, y tras murmurar sus últimas palabras, dejó que la Muerte se lo
llevara.
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