Primer puesto del I Concurso Literario "El Reto de los Escribas" - MAYO 2014.
Sobre la autora
Su nombre es Inés Vilanova de Diego, y nos escribió bajo el seudónimo "Abbey Rose". Tiene 13 años y, al igual que sus hermanas (también clasificadas en el Top5 de esta convocatoria) es una amante de los libros y adora escribir. Publica en Potterfics con el nick "Primrose".
El chico de la frontera
-No,
gracias, no quiero el ticket.
Ella
asintió, sin sorprenderse. No se esperaba otra respuesta. Ese chico pasaba por
ahí todos los días laborables con su habitual traje de color oscuro y su
corbata a rayas, azul y blanca. Todos los días atravesaba la frontera hacia el
país francófono a las siete de la mañana para volver siempre puntual a las
cinco de la tarde. Y siempre rechazaba el recibo.
Miró
el papel con enfado. ¿Qué hacía con él? En un primer momento ejecutó con rabia
el movimiento que siempre hacía cuando tenía un papel inútil como aquel en la
mano: tirarlo a la papelera. Sin embargo se detuvo. No podía hacerlo. Ese papel
era su único recuerdo de aquel chico, el chico que no tendría que importarle.
Con
resignación decidió hacer lo que hacía al final todos y cada uno de los días,
negándose a perder más tiempo. Con mucho cuidado, dobló el papel por la mitad,
y a continuación empezó a cortar irregularmente el papel guiándose por la marca
que había creado hacía unos segundos.
Dos
mitades, dos papeles.
Uno
lo guardó, a modo de prueba. De prueba de otro día entre tantos en que pensó en
él. Lo juntó con los demás, amarrándolos bien con un clip, superponiendo a modo
de portada un papel que rezaba “El chico de la frontera”, en honor al nombre
que le había puesto su mejor amiga, y a ella le había parecido bien. Le parecía
irónico que le pusieran un nombre tan “épico” y que suene tan “profundo y
literario” como decía su amiga, cuando en realidad lo de “la frontera” es en el
sentido literal de la palabra. Le parecía irónico porque al fin y al cabo ella
se había enamorado a primera vista, de la forma que más aparece en los libros.
Guardó ese papel con los demás, como testigo de que, otro día más, había
pensado en “el chico de la frontera”.
Y
la otra mitad… pronto dejó de tener la categoría de mitad. Lo rompió en varios
trozos desiguales, y éstos en trozos aún más pequeños. Cuando el trozo más
grande no era mayor que la uña de su meñique, los juntó todos, formando un
montón, que se quedó observando unos segundos. A aquellos trozos, a aquella
mitad, les correspondía la parte más difícil: el olvido. Pero no cualquier
olvido. Sería incapaz de tirarlos a la papelera, no correrían el mismo destino
que los otros papeles.
Aguardó
a volver a escuchar otra de las fuertes ráfagas de viento que con frecuencia se
producían en ese lugar. Cuando llegó, actuó sin vacilar: tiró por su pequeña
ventanilla esos pequeños fragmentos de papel que en algún momento fueron un ticket. Y con ellos se fue la esperanza
de llegar a algo con ese chico.
Dos
mitades contradictorias. Dos posibilidades. Y es que, durante mucho tiempo ella
seguiría esperándole día a día. Puede ser que algún día se digan los nombres,
más tarde se den los números de teléfono y de ahí comience una gran relación, o
puede que no pase nada y que ella encuentre a su hombre. Al fin y al cabo ¿y si
el chico está casado? No lo puede saber. Hay tantas preguntas sin resolver…
Puede ocurrir cualquier cosa. Su vida puede cambiar. Puede que uno tenga un
accidente, puede que no se hablen en el resto de sus vidas, puede que cambien
de trabajo… o por el contrario puede surgir una bonita relación. Pero, al fin y
al cabo, nunca sabes lo que el destino tiene reservado para ti, así que seguirá
esperando a que suceda, mientras los días pasan en la frontera.